¡Ya soy Mamá! Nuestro parto natural y cómo dimos a luz

El 23 de Abril en la madrugada, Pablos y yo nos convertimos en padres.

Parto vaginal, sin anestesia, en tres intensas horas Dios nos regaló la bendición de recibir al Pequeño Sibarita en nuestras propias manos.

La decisión de un parto vaginal (porque todos los alumbramientos son "naturales"), empezó como egoísmo absoluto.  Había escuchado leyendas urbanas, de esas mujeres extrañas, que dan a luz de forma  SIN ANESTESIA, y se recuperan prácticamente de inmediato.

Yo quiero eso, pensé.

Claro, como lo  fácil no “vende”, ni hace buena plática de sobremesa, no hay drama, ni sufridera, pues pocas veces nos enteramos de esas historias.

ACLARACIÓN: Estoy en pro de la cesárea cuando la vida presenta circunstancias especiales.  Mi hermano y mi mamá viven gracias a un alumbramiento quirúrgico.   Lo que me refuuuunde es que hoy nos han vendido que es la “única” opción, y la que “menos duele”.   Cuando en realidad el cuerpo está perfectamente preparado para parir.  95% de los alumbramientos podrían ser vaginales, si nos preparamos.  El parto es cultural y México uno de los países con mayor porcentaje de cesáreas, llega hasta 80% de cesáreas.  Además la famosa epidural en ocasiones retrasa el parto (¡!).   Eso solo me picó la cresta para pintarle finger a todas las estadísticas,  al establishment, y al sufrimiento.

Rebelde y libre decidí que quería un parto vaginal.  Empecé a buscar historias  y encontrar guías.

Es cierto que me resistí por más de dos años a la maternidad, por mis miles de inventos y mentiras compradas, hasta que decidí que la maternidad, como la vida, sería algo que yo experimentaría a la medida de mis anhelos y posibilidades. Gracias Randi

El embarazo me dejó una reverencia absoluta por mi cuerpo.  Hace años he crecido a través de mi práctica de coaching en ese misterioso mundo de “escuchar al cuerpo y las emociones”.  Sé del poder de la mente, y de cómo el éxito es un juego que se gana en la azotea (acá arriba, en el coco, pues).

Mi Adorado Esposo y yo nos preparamos para el parto.   Bailamos en ese lugar donde coinciden el deseo y el desapego.   Trabajamos de corazón y al mismo tiempo, soltamos la expectativa y desde la aceptación recibimos lo que viniera.

Las coincidencias no existen, y la vida nos llevó a conocer a Lourdes Bornacini, de Blossom, aprendimos técnicamente lo que sucede en el embarazo.  Me resonó perfecto la filosofía de Hypnobirthing pues toma muchos elementos de mi formación de Programación Neurolingüística, y la sabiduría del cuerpo y prácticas de Mind/Body que yo enseño en mis talleres.

Con un estilo ligero y divertido, Lu nos enseñó cómo trabajar en conjunto con el cuerpo. Recordé que puedo confiar en la sabiduría milenaria de las mujeres.  Ahí, viendo testimoniales de mujeres parir sin gritos, sin ansiedad, decidí que el parto sería para mí, para nosotros,  una experiencia de poder.

Como dice Lu: “Si tienes la certeza, el parto es tuyo”.

Ese fue mi mantra.  El parto es mío. El parto es mío.  El parto es mío.

Parir, como las cosas grandes de la vida, es un logro compartido.  Honor a quien honor merece y este parto, lo planeamos, lo vivimos y lo disfrutamos entre dos: Pablos  y yo.  Crecimos juntos en una nueva dimensión de intimidad.  Seguimos nuestra intuición.  Cerramos barrera y levantamos muros ante la opinión de otros.

Yo saqué todo mi arsenal de herramientas y entendí por qué mi alma había elegido la invitación de la compulsión y los desórdenes alimenticios.  Todo lo que yo enseño en los retiros, los elementos de crecimiento que funcionan en mis programas de adelgazar, sirve para dar a luz, y para vivir.

Una semana antes que naciera el Sibarita, decidimos cambiar de ginecólogo, de hospital, de neonatólogo.  Todo.  La decisión fue fácil.  Entramos a lo que parecía una secrecía de profesionales de la salud en pro del parto, de la lactancia, de la paternidad con apego inmediato.

De toda la lista de doulas, hablé solo a una.  Por merito corazón y porque me cautivó su sonrisa.    Dios nos llevó con Renata, y tuvimos una guía entusiasta, honesta y apasionada.

Lo que estudio y enseño de comer consciente, de manejo de emociones, adquirió otro nivel y me sumergí en temas de mindfulness (atención plena) ahora con el foco del alumbramiento.  Puse en contexto las sensaciones intensas de un parto.  Visualicé el parto.  Lo decreté en solo tres horas.  Tuve sueños premonitorios del parto justo como fue.  Mi dedicación y fé estuvo en todas las herramientas de coaching, aplicación mental, ley de la atracción y oración que conozco  y enseño.

Dios nos concedió la gracia de hacerlo realidad.

La noche del 22 de Abril, confundí las olas/expansiones con una indigestión por frijoles (¡jajaja!).  Las expansiones empezaron a las 11:30pm y tardamos unos 40 minutos en asimilar que el momento había llegado. Yo las puedo describir como cólicos de 90 segundos, de intensidad media.  Las abrazamos con nuestra práctica de respiración, dejando al cuero que tomara el protagonismo en su misión: parir.

Las olas iban y venían y pronto se hicieron rítmicas.  Entramos en un túnel donde el tiempo se detuvo, y todo fue nuestro.  La anestesia solo fue de abrazos de agua regadera.  Oxitocina pura que derivó en fé y certeza.

En el futón de mi casa, tuve una ola intensa, que duró 3 minutos.  Ahí fue donde el miedo se apoderó de mí.  Vi como mi mente se fue, y lo que me dolió fue el pensamiento inventado de dos horas más así.  Mi Sacrosanto Esposo, mi roca, mi ancla,  me ayudó a regresar al centro, a respirar y tomar una ola/expansión a la vez.   Luego vinieron 30 minutos de ganas de respirar hacia abajo. Mucho alivio, y sudor.   Reitero, sentí alivio durante los últimos momentos.  Alivio y paz.

Con temple de acero, Pablos preparó maleta, imprimió pases,  análisis y manejó hasta el hospital. Siempre fuerte, siempre conmigo.  Dando a luz juntos.

En 20 minutos estábamos ya en el hospital.

El Sibarita que también hizo su parte durante todo el embarazo, siendo gentil y dulce, nació sin dolor, sin gritos, sin anestesia, sin llantos.   Lo recibimos con nuestras propias manos.   El mundo se paralizó en un instante.  Dice mi esposo que yo lloré, yo solo decía: aquí está, aquí está.  Lo tomé firme y de inmediato lo llevé a mi pecho.  El Sibarita respiró profundo y nos miramos a los ojos.

La anécdota de porqué  nació en el valet parking, la podrás presenciar en mi próxima conferencia…  

Gracias a nuestro angelote de la guarda, nuestra doula Renata, ya todos nos esperaban en la sala de labor.  Ella se encargó de orquestarlo todo, de avisar a  la neonatóloga, de tomar las primeras fotografías.  Era como si nos leyera la mente y el anhelo de nuestro corazón.  Nos resolvió dudas, siempre alegre,  sonriendo, como una porrista y coach de parto.    Ahí di a luz a la placenta, abrazando en todo momento al Sibarita  junto a nosotros.  Feliz, con una gratitud tan grande que no me cabía en el pecho (y mira que ya soy talla DDD)

Mi hermana fue de las primeras en escuchar la historia y dijo: o sea que nos han mentido, las películas nos mienten.

Exacto.  El parto no tiene porqué sufrirse. Hay otras formas LIBRES de parir.

Fue la historia de la fotógrafa Arody Sánchez, la que empezó mi búsqueda por el misterioso mundo de PARIR SIN MIEDO.  Hoy libero mi propia historia, para que el mundo sepa que hay alternativas, que se puede parir sin anestesia.  Que el cuerpo está diseñado para la vida.  Para atraer y mantener un peso y talla perfectos, está preparado para dar vida,  para dar luz.

“La maternidad, es la última de las fronteras en la búsqueda de la libertad de la mujer.  Una mujer necesita sentirse libre, para dar a luz de la forma en que elija.  Ese tipo de libertad se alcanza cuando tomas la responsabilidad y te rodeas de gente que te respeta y nutre tus sueños”. — Lorne Campbell.

#YoSoyLibre

 
Jessica VazquezComentario